¿Cómo trabajaremos en un futuro?
10 Mar 21En cuanto se inició el confinamiento se escribieron numerosos artículos pronosticando la muerte de las oficinas y la pérdida de atractivo de las ciudades. Pero tras un año en situación de pandemia, cada vez se hace más difícil sostener tales augurios. Muchos profesionales -sobre todo los perfiles más jóvenes- han vuelto aliviados a la oficina, hartos de trabajar en casa aislados. Asimismo, los urbanistas tachan de imparable el proceso de urbanización progresiva, pues las ciudades proporcionan una oferta difícilmente igualable, en especial para el talento joven, deseoso de interacción social y experiencias transformadoras.
Lo cierto es que la pandemia y el confinamiento nos han proporcionado una experiencia lo suficientemente intensa como para que tengamos claro que nada será igual a partir de ahora. Si bien sabemos que las oficinas y las ciudades no desaparecerán, también es indudable que deberán transformarse profundamente para proporcionar más calidad de vida a sus usuarios.
La respuesta a cómo se transformarán los espacios de trabajo la encontraremos en las pautas de conducta del "talento", entendido como aquellos "trabajadores de conocimiento" cuyas competencias concuerdan con la demanda laboral. Y esto es así porque las empresas quieren tener consigo al mejor talento, conscientes de que lo necesitan para generar innovación y ser competitivas. Y para ello, estarán dispuestas a cambiar su estilo de liderazgo y sus espacios físicos.
En primera instancia, el talento valora la flexibilidad, quiere poder elegir dónde trabaja; ni el teletrabajo ni las oficinas pueden ser una imposición. En segundo lugar, el talento quiere hacer bien su trabajo y ser evaluado de manera transparente. La medición mediante indicadores objetivos acabará, afortunadamente, con la cultura del presencialismo y la oficina entendida como herramienta de control.
En tercer lugar, el talento le da un gran valor a los factores motivadores "intrínsecos", tales como el aprendizaje, la motivación intelectual y el sentirse parte de algo que les trasciende. En este sentido, la oficina es valiosa porque es el lugar donde se produce el intercambio de ideas entre la comunidad profesional y se da la posibilidad de crecer profesionalmente.
Por último, el talento quiere pasarlo bien trabajando; la interacción con los miembros de su comunidad profesional es importante. Nuevamente, el espacio físico toma relevancia; Zoom no puede sustituir los lazos afectivos que se generan compartiendo un mismo espacio físico, como tampoco puede reemplazar lo que los sociólogos denominan "la magia de lo inesperado"; aquellas cosas que suceden de manera improvisada, bien sean unas risas ante un encuentro fortuito en un pasillo o un café compartido fuera de agenda.
En definitiva, las oficinas ya no tienen el valor de ser el lugar para trabajar, pues gracias a la tecnología podemos hacerlo desde cualquier lugar. El valor del espacio físico común está en el aprendizaje, la motivación intelectual, el crecimiento personal y el estilo de vida que es capaz de ofrecer una organización.
Aspectos tan relevantes como la cultura y los valores de una organización, el tipo de relación que se establece entre los profesionales que la conforman, el mensaje que se traslada a los stakeholders y a la sociedad, por no hablar del bienestar y estado de ánimo de los miembros que forman parte de una comunidad profesional residen, en gran parte, en el espacio físico común. Las oficinas no solo no morirán, sino que tomarán más relevancia que nunca.
Anna Gener.
*Fuente: El Economista.es